lunes, noviembre 15, 2010

Capítulo 15 - Principios y procedimientos del asesoramiento psicológico


Del libro: Dolor y sufrimiento


Principio 1: Ayudar al sobreviviente a hacer real la pérdida.



Cuando alguien pierde a un ser importante aunque la muerte sea esperada, siente una cierta sensación de irrealidad de que no ocurrió realmente. Los supervivientes deben aceptar esta realidad para poder afrontar el impacto emocional de la pérdida.
Para eso hay que fomentar el hablar de la pérdida mediante preguntas. Mucha gente necesita repasar una y otra vez en su mente, revisar los acontecimientos que han ocurrido. Por otro lado es importante visitar el cementerio o el lugar en que reposan o están esparcidos los restos, también puede hacer que se de cuenta de la realidad de la pérdida. Explorar con los clientes si visitan alguna vez la tumba y qué supone eso para ello, si no la visitan pregunta ¿cuál es su fantasía respecto a ir?.



Principio 2: Ayudar al superviviente a identificar y expresar sentimientos.



Debido a su dolor y su disgusto puede que el sobreviviente no reconozca muchos de sus sentimientos o puede que no los sienta en el grado necesario. Algunos de lo sentimientos más problemáticos son el enfado, la culpa, la ansiedad y la impotencia.

Cuando alguien a quien se quiere mucho desaparece es normal enfadarse, probablemente el enfado proviene de dos fuentes, una es la frustración y la sensación de impotencia regresiva. Es cierto que muchas personas lo experimentan pero no siempre lo asocian con el fallecido. Este enfado real y debe ir a algún lugar de manera que si no se dirige hacia el fallecido, que es el objetivo real, se puede guiar a otras personas como el médico, el personal hospitalario, el director de la funeraria, el Clero o un miembro de la familia. Si el enfado no se dirige hacia el fallecido ni se desplaza hacia otra persona, se puede volver hacia uno mismo, esta situación es grave porque puede llevar a una ideación suicida.



Los pensamientos suicidas no siempre surgen del enfado hacia sí sino que muchas veces provienen del deseo de reunirse con el fallecido, esto puede ser consecuencia del dolor intenso que se experimenta en esos momentos y una forma de ayudar al cliente es contactar con ellos. Muchas veces no es bueno tratar el tema del enfado directamente, una técnica indirecta es la de preguntar ¿qué echa de menos? y luego preguntar ¿qué no echas de menos?, normalmente hay una pausa y una mirada de espanto y la persona dice algo como “nunca lo había pensado de esta manera pero ahora que lo menciona no echo de menos que dejara la ropa en el suelo, que no viniera a cenar a la hora y muchas otras cosas.



Existen varias razones por las cuales se pueden producir sentimientos de culpa después de una pérdida, por ejemplo por no haber ofrecido al fallecido una atención médica mejor, por no haber llegado a tiempo, porque no debería haberle permitido que lo operaran, por no haber consultado al médico antes, por no haber elegido el hospital correcto. Los padres cuyo hijo muere son muy vulnerables a estos sentimientos, que se centran en el hecho que no pudieron evitar que el hijo dejara de sufrir o que muriera. Algunos se sienten culpables por no experimentar la cantidad de tristeza que consideran apropiada. Este sentimiento en su mayor parte es racional y se centra en las circunstancias de la muerte.



Una forma de ayuda es la de confrontar con la realidad, por ejemplo si la persona dice “no hice lo suficiente” ¿qué hiciste?, si ella responde “hice tal” entonces digo ¿qué más hiciste?, “bueno hice esto”, ¿qué más?, “hice aquello”, entonces se le ocurren más cosas y dice “hice esto, esto y esto”, después de un tiempo llegan a la conclusión “quizás hice todo lo que pude en esas circunstancias”.



En cuanto a la ansiedad e impotencia, las personas que sobreviven a la muerte se sienten muy ansiosas y con miedo, gran parte de esta ansiedad proviene de la impotencia de pensar que no pueden continuar y sobrevivir solos. Esa es una experiencia regresiva que mejora con el tiempo cuando se dan cuenta que la vida es difícil y se las puede arreglar solo. El papel del asesor es ayudarles a reconocer mediante la reestructuración cognitiva las estrategias que usaban para funcionar solo antes de la pérdida y esto les ayuda a dar a estos sentimientos algún tipo de perspectiva.



Una segunda fuente de ansiedad proviene de la conciencia cada vez mayor de la muerte personal. La conciencia de nuestra propia muerte existe a un nivel muy bajo. Sin embargo, con la pérdida de un ser significativo, ya sea un amigo íntimo o un miembro de la familia, esta conciencia aumenta y produce una ansiedad existencial. El asesor puede tomar varias direcciones dependiendo del cliente. Para algunos es mejor no tratar esta cuestión directamente sino dejarla pasar y suponer que se mitigará y se desvanecerá con el tiempo. Con otros es útil tratar esta cuestión directamente y conseguir que hablen de sus miedos y aprehensiones. Hablar de esto con el asesor puede ayudar a los clientes a sentir alivio al desahogarse de sus preocupaciones y explorar otras opciones.
La tristeza debería ser estimulada por el asesor, tanto la tristeza co


mo el llanto. Llorar en una situación social se puede suprimir para evitar la crítica de los otros, pero llorar en una situación de terapia es muy reconfortante. Hay personas que temen llorar abiertamente para no parecer poco dignos o que incomoden a los demás, pero el llorar puede ser útil y puede ser necesario llorar con alguien y recibir apoyo, no es sólo llorar.



La tristeza debe ir acompañada de la conciencia de lo que se ha perdido, el enfado se ha de dirigir de manera apropiada y eficaz, se ha de evaluar y resolver la culpa, se ha de identificar y manejar la ansiedad. Si el asesor no tiene estos objetivos no es eficaz, a pesar de la cantidad de sentimientos que se estén evocando, la persona en duelo ha de alcanzar cierto equilibrio que les permita experimentar dolor, sensación de pérdida, soledad, miedo, enfado, culpa y tristeza, dejar entrar la angustia y dejar salir las expresiones de dicha angustia, saber y sentir en el fondo de su alma lo que les ha ocurrido y sin embargo hacerlo en dosis para que dichos sentimientos no les desborde.



Principio 3: Ayudar a vivir sin el fallecido.



Para lograrlo el asesor puede usar un enfoque de solución de problemas, es decir, cuáles son los problemas que ha de afrontar y como puede resolverlos. Se trata de entrenar conductas nuevas ante el nuevo rol que les toca desempeñar. En caso de pérdida de un cónyuge es importante ser capaz de comentar los sentimientos sexuales que surgen, incluida la necesidad de ser tocado y abrazado, el asesor puede sugerir diferentes maneras de tratar estas necesidades según la personalidad y el sistema de valores del cliente.



No hay que tratar de empujar a las personas a que tomen decisiones porque esto de hacerlo en forma precipitada puede provocar una sensación de impotencia.



Principio 4: Facilitar la recolocación emocional del fallecido.



Esto se trata de ayudar a los sobrevivientes a encontrar un nuevo lugar en la vida para el ser querido que han perdido, lo cual les permitirá seguir adelante con su vida y establecer nuevas relaciones.
Hay personas que se lanzan inmediatamente a nuevas relaciones, lo importante en ese momento de ayudar es a interpretar hasta que punto esto es apropiado, si uno se precipita en reemplazar rápidamente al fallecido se puede sentir bien durante un tiempo, pero esto le impide experimentar la intensidad y profundidad de la pérdida.

Principio 5: Dar tiempo para elaborar el duelo.



La elaboración del duelo requiere tiempo y algunos miembros de la familia pueden impacientarse por superar la pérdida y el dolor y por volver a una rutina normal y eso puede suponer un obstáculo.
Ciertos momentos son particularmente difíciles. Los asesores deben tener claros estos períodos críticos y contactar con la persona si no hay contacto regular. Para muchos las vacaciones son lo más duro, una intervención eficaz es ayudar al cliente a anticiparlas y prepararse por adelantado.



Principio 6: Interpretar la conducta normal.



La comprensión e interpretación de las conductas normales es un duelo son importantes, ya que muchas veces la persona puede tener la sensación de estar volviéndose loca y normalizar una conducta puede devolverles la seguridad.
Sin embargo, si uno lo piensa, sentir que se está volviendo loco cuando ha tenido una pérdida es normal, y si un asesor sabe que por ejemplo las alucinaciones, la sensación intensa de aturdimiento, la preocupación por el fallecido son conductas normales, puede tranquilizar bastante a la persona.



Principio 7: Permitir las diferencias individuales.



Existe un amplio rango de respuestas conductuales en el duelo, por eso de deben aceptar las diferentes maneras, sin embargo esto es difícil de entender para la familia, se sienten incómodos cuando un miembro se desvía de la conducta del resto.



Principio 8: Dar apoyo continuado.



El papel del asesor aquí es dar esperanza y una perspectiva amplia. Una buena manera de ofrecer apoyo continuado es a través de la participación en grupos.



Principio 9: Examinar defensas y estilos de afrontamiento.



Implica ayudar a los pacientes a examinar sus defensas y su estilo de afrontamiento porque se intensificarán después de una pérdida significativa. Cuando se ha establecido un vínculo de confianza entre el cliente y el asesor es más fácil que los clientes acepten comentar aspectos de su comportamiento que presagian una conducta competente y otros no. Por ejemplo afrontarla con exceso de alcohol o drogas es probable que no se esté ajustando de manera eficaz.
Alguien que evita ver fotos del fallecido o tener algo a la vista que se lo recuerde puede tener un estilo de afrontamiento poco sano.



Principio 10: Identificar patologías y derivar.



Un asesor que trabaja en situación de duelo es capaz de identificar la existencia de patología desencadenada por la pérdida y el duelo posterior y en tal caso hacer una derivación profesional.

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