“La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido durmiendo” (Horacio).
Con buena intención los padres intentan evitar el sufrimiento de los adolescentes y adoptan conductas sobreprotectoras que dificultan la resolución adecuada del duelo. Contrariamente a lo que los adultos creen, los adolescentes son conscientes de la muerte y de los cambios que se producen. De ahí que una forma de reducir su sufrimiento es haciéndolos partícipes de la vida familiar.
Las manifestaciones del duelo en los adolescentes son similares a las de los adultos. En los adolescentes más jóvenes predomina el malestar fisiológico, que se manifiesta en dolores de cabeza o estómago; y en los adolescentes mayores se acentúa el malestar psicológico, como es la baja autoestima.
Los efectos del duelo en este grupo etario pueden ser muy importantes si no se resuelven adecuadamente, llegando a producir problemas graves y duraderos como la baja autoestima, el abuso de drogas, la delincuencia, la confusión, los problemas de rendimiento escolar y/o laboral, la promiscuidad sexual, el embarazo precoz o el suicidio. Muchas veces el joven, aunque sufra intensas emociones, no las comparte porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace, y más aún cuando es el mayor de los hermanos. Teme que si expresa su dolor, esto pueda verse como una señal de debilidad.
Este tipo de conflictos puede tener como resultado que el adolescente renuncie a vivir su propio duelo (duelo aplazado o congelado). Por ello es imprescindible ayudar y facilitar las distintas etapas que son necesarias en la elaboración de un duelo, tales como: el impacto o shock inicial, la negación, la rabia, el profundo dolor y, finalmente, la aceptación.
Ante la pérdida de un ser querido, la reacción normal es experimentar un síndrome depresivo típico, cuyos síntomas principales son: un bajo estado de ánimo, un sentimiento de culpa centrado en lo que el joven podría haber hecho o en lo que no hizo al momento de la muerte del ser querido, ideas de muerte, es decir, pensamientos en torno al deseo de haber muerto en lugar de la persona perdida o de haber fallecido con ella, pérdida de peso, insomnio o abandono del interés por los estudios.
El adolescente es en sí particularmente vulnerable a sentir culpa, por ejemplo, cuando muere uno de sus padres, puede considerar que el haber tenido diferencias y discusiones con él o ella significan no haber sido buen hijo/a, a pesar de que es habitual –durante este período– tener diferencias con las figuras paternas y el dejar de idealizarlas. Cuando ocurre la muerte de un hermano, la culpa puede tener relación con los celos y la rabia que le provocó la atención que se le dio al hermano, sobre todo si se trataba de una enfermedad.
A veces, para evadir la realidad y el dolor, el adolescente va a fiestas en exceso, sale hasta tarde en la noche, o puede intentar sacar su rabia mostrando altos niveles de violencia contra algunas personas. Producto de las emociones encontradas, algunos adolescentes no saben ni pueden manejar sus sentimientos ni pensamientos, y llegan incluso a perder el control de sí mismos. Creen que la vía más fácil y rápida para solucionar sus problemas es haciéndose daño mental o físico a través del abuso de drogas, alcohol, sustancias prohibidas e incluso, en casos más extremos, pueden provocarse la muerte. Esta actitud en que, aparentemente, las cosas poco le importan, es en realidad un intento desesperado de llamar la atención del resto de los seres queridos que lo rodean.
Algunas sugerencias para ayudar al adolescente en duelo
- Proporcionar información clara y adecuada sobre lo sucedido.
Entregar una versión fidedigna y sin disfraces de los hechos sin opinar acerca de ellos, privilegiando una descripción por más lamentable que sean éstos. - Permitir y respetar la expresión o no de sentimientos y emociones. Puede ocurrir que el adolescente reprima sus sentimientos para no parecer infantil. En tal caso, los adultos pueden servir de modelo de la expresión adecuada del duelo, de ahí que es importante aceptar su forma de ser y el modo particular de llevar el duelo.
- Potenciar su participación. Siempre que él/ella quiera, fomentar la participación en diferentes ritos funerarios como una forma de facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. Ejemplos de esto son el acudir al cementerio y visitar el lugar donde yace el difunto o donde se esparcieron las cenizas de éste, recordar el aniversario de la muerte y participar en distintas celebraciones religiosas. La sobreprotección, entendida como una manera de evitar el sufrimiento, puede ser interpretada por el adolescente como una forma de no tenerlo en cuenta.
Mantener las rutinas y las normas. Siempre que resulte posible, es muy importante conservar los hábitos, las costumbres, los horarios y las normas establecidas de forma que el adolescente no sienta que el mundo entero se desestabiliza y desorganiza ante él/ella. Esta manera de actuar ayuda a conservar cierto orden dentro de la confusión que supone la muerte de un ser querido y contribuye a la estabilidad del adolescente.
Garantizar la atención y el afecto. Si los padres están muy afectados y no pueden asumir sus responsabilidades, es importante buscar una figura significativa que garantice las atenciones necesarias mientras los padres se recuperan emocionalmente.
Recordar que es adolescente. No es recomendable asignar al adolescente roles que no le son propios, tales como funciones de padre/madre o de esposo/a. En ningún momento debe asumir las tareas de la persona fallecida.
Reafirmar su personalidad. Es peligroso identificar al adolescente con el fallecido, puesto que no va a poder sustituirle o igualarle por más que se esfuerce, incluso, esto puede complicar enormemente la búsqueda de su identidad.
Mostrarse cercanos y disponibles. Para el momento en que el adolescente lo necesite, resulta fundamental el apoyo de los familiares, amigos y personas importantes para evitar que aquél canalice su aflicción de forma autodestructiva o destructiva hacia su entorno. En caso de llegar a este punto es necesario recurrir a la ayuda de un especialista.
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