“Me resulta imposible imaginar que ya nunca estaré sentada contigo ni oiré tu risa, que todos los días por el resto de mi vida estarás ausente” (Carrington).
Felicidad o espejismo fue el título de mi último libro publicado. Después de escribirlo pasé un largo período con la sensación de no tener nada más que decir. Tras esa pausa necesaria, ocurrió que un día renació en mí el deseo de comunicar reflexiones y experiencias. Esta vez, acerca del dolor y del sufrimiento, renovándose mi interés en la escritura.
Al pasar del tema de la felicidad al dolor sentí que daba un salto en el espacio de la vida. Sin embargo, al comenzar la tarea me di cuenta de que ambas vivencias constituían un continuo, que se inicia desde el nacimiento.
La felicidad que trae un recién nacido contrasta con el hecho opuesto: al nacer la criatura pierde un día de vida, paradójica situación que la acerca desde ya al final de sus días.
Mi intención con estas reflexiones es ayudarlos a tomar conciencia de los sentimientos que nos invaden ante el dolor de las infinitas pérdidas que pavimentan el camino de la vida. Mi deseo, luego de sufrir la más difícil de las pérdidas (perder a una hija de 23 años), es ayudar a través de la palabra escrita, describiendo distintas situaciones del duelo, construyendo pautas acerca de las etapas de éste junto con los pasos a seguir y presentando testimonios que iluminen el camino. También, me gustaría recibir comentarios y nuevos testimonios que constituyan una experiencia compartida del duelo. Además, quiero destacar la diferencia que hay entre dolor y sufrimiento, comprendiendo que el primero es inevitable y causado desde el exterior, mientras que el segundo es creado por nosotros mismos y tiene como fuente nuestras creencias y opiniones.
A partir de las experiencias personales y profesionales vividas, he elaborado los siguientes comentarios con el objetivo de proporcionarles los elementos necesarios para hacer frente a estos momentos difíciles y conseguir, en la medida de lo posible, una vida equilibrada. Se presenta información sobre qué es el proceso del duelo y sus manifestaciones, entregando orientaciones que contribuyan a facilitar el surgimiento de los recursos que le ayuden a usted y a otras personas de su entorno a tolerar la pérdida sufrida. Además, puede aprender cómo ayudar a los niños, los adolescentes y los ancianos que han sufrido pérdidas, comprendiendo las diferentes formas de enfrentarlas.
Finalmente me gustaría agregar una serie de reflexiones que les permitan construir un mapa de la travesía hacia la sanación. El recorrido va desde la noche oscura del dolor hasta el alba de la esperanza. Momento éste de claridad en el que llega una sabiduría no conocida, la que nos induce a aceptar y crear nuevas posibilidades de vida.
Del libro de citas y recuerdos que guardo de mi época escolar, encontré esta frase que al releerla me conmovió, por lo que aporta al conocimiento de qué pasa cuando uno pierde algo:
“Caminando por la orilla del mar tomé una estrella de mar que le faltaba un brazo. Pensé que las pérdidas son similares a esa experiencia. Es decir, perder algo nuestro.
Al colocar la estrella de mar nuevamente en el suelo, noté que a pesar de la cruel amputación una criatura bella y maravillosa había sobrevivido y recordé que este brazo se regeneraría y volvería ella a estar completa a integridad”.
El duelo es el proceso de adaptación que permite restablecer el equilibrio personal y familiar, el cual se rompió con la muerte del ser querido. Cuando alguien importante muere, una parte de nosotros muere con él y esto inevitablemente provoca dolor.
Se requiere entonces darle un sentido a ese dolor y lograr incorporar aquellos sentimientos que lo acompañan como otra realidad más, una que es parte en nuestras vidas.
Sin otorgarle un sentido a ese dolor ni aceptar dichos sentimientos, nos sometemos a vivir en rebeldía, lo que transforma esos afectos, por medio de significados torturadores, en sufrimiento, el cual permanece por muchos años persiguiéndonos y amenazándonos sin permitirnos encontrar la paz y el consuelo necesarios.
El sufrimiento puede traducirse como un conjunto de imágenes y voces que surgen en nuestra mente, que nos gatilla emociones y nos vincula negativamente con las pérdidas que hemos experimentado. Éstas pasan a ser moldeadas por interpretaciones y significados que nuestra mente elabora en forma retorcida y dolorosa.
En la vida, crecer significa abandonar la omnipotencia de nuestros pensamientos y sueños de la infancia, descubrir que nunca pueden ser satisfechos a cabalidad. Crecer es adquirir la sabiduría y habilidad para luchar por obtener lo que deseamos dentro de lo posible, teniendo en cuenta las limitaciones que nos pone la realidad. Reconocer que no somos absolutamente libres, que nuestros poderes son acotados y que las relaciones no siempre pueden ser perfectas. A lo anterior, agregaría que en el proceso de crecer el experimentar pérdidas es un mal necesario, que nadie puede librarse de ellas, y que el hecho de vivirlas por más que no las deseemos, refuerzan el crecimiento interior ganando libertad espiritual. Tener miedo a las pérdidas, al dolor y al sufrimiento nos hace perder libertad, nos convierte en seres aún más limitados. De ahí la necesidad de encontrar nuevas formas de vivir que nos hagan ganar libertad y despejen los miedos, enemigos atávicos del crecimiento interior.
No se puede decir que el duelo se mantiene un tiempo determinado porque su duración es muy variable. Aún así, podemos considerar que los dos primeros años suelen ser los más duros, luego, se experimenta un descenso progresivo del malestar emocional. De todos modos, cada persona tiene su propio ritmo y necesita un tiempo distinto para la adaptación a su nueva situación.
Los duelos pueden ser pospuestos, pero, jamás eliminados. Si no se viven en el momento en que suceden reventarán con más fuerza en el futuro.
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