lunes, noviembre 01, 2010

Capítulo 2 - Todo comienza con el amor

Del libro: Dolor y sufrimiento / Clemencia Sarquis


Únicamente aquellos que evitan el amor pueden evitar el dolor del duelo. Lo importante es crecer a través del duelo y seguir permaneciendo vulnerables al amor.
John Brantner

Quien decide amar tiene que estar preparado para sufrir, dice un antiguo cantar árabe. Y tiene razón, pues así lo vemos a diario: quienes amamos, perdemos y sufrimos, todo amor implica un “eventual dolor”, una eventual pérdida.

Todas las personas a lo largo de su vida experimentan el dolor y el sufrimiento en distintas ocasiones. Quién no ha sentido alguna vez la enfermedad, la soledad, el fracaso, la humillación. Nadie está a salvo de alguna desventura, de algún duelo, ni siquiera aquellas personas que se sienten felices y afortunadas. Todo aquello forma parte de la vida, es inherente al ser humano.
Un efecto “positivo” del dolor es que permite tomar conciencia de las limitaciones ante la vida. Darnos cuenta de que no todo depende de uno, sino que existen imprevistos que alteran la vida completa y profundamente, situándolo a uno en situaciones límites frente a las cuales se siente sobrepasado. Al respecto, resulta útil repasar en este momento la parábola budista de la semilla de sésamo:

Una joven y afligida madre, lamentando la muerte de su bebé, busca consejo en Buda. La mujer le explica a éste su insoportable pesar y su incapacidad para reponerse a esa devastadora pérdida. Buda le pide que llame a todas las puertas del pueblo y pida una semilla de sésamo en cada casa en la que no se haya conocido la muerte y el dolor. Después, deberá llevárselas a él. Ella, obediente, va de puerta en puerta y, mientras sale con las manos vacías de cada una de las casas, comprende que no hay ningún hogar que no haya sido azotado por la muerte y el dolor. La mujer regresa donde Buda sin semilla alguna. Buda le dice lo que ella ya ha comprendido: “que no está sola”.

La muerte es algo que alcanza a todos por igual. "Morir es una costumbre que sabe tener la gente", decía Borges. Entonces, es solo una cuestión de tiempo, algo inevitable. Lo que es inevitable no debe lamentarse en exceso.

Cuando padecemos un dolor que deriva en sufrimiento, solemos verlo como un mal en sí mismo sin otorgarle sentido alguno. Pareciera imposible vislumbrar lo positivo que podemos sacar de él.

Es necesario tener claro que el sufrimiento es distinto al dolor. Sólo los seres humanos pueden experimentar el sufrimiento. Los animales, en cambio, únicamente sienten dolor. No se preguntan por el sentido de su dolor. Por el contrario, las personas tienen la capacidad de reflexionar y luego atribuirle sentido a ese dolor.

El atribuirle sentido al dolor encausa la experiencia sin llegar a padecer. El sentido que se le otorga al dolor se transforma en conocimiento, es la otra cara de la moneda que completa la realidad, que contrapesa al goce a la felicidad. Al respecto cabe citar a Antoine de Saint-Exupéry: “Para ser un hombre o una mujer pleno es preciso ser responsable, es decir, aceptar la responsabilidad que tenemos tanto para ser felices como para ser sufrientes”.

Si bien la vida está llena de sueños y coexisten realidades diversas, lo importante para llevar una vida responsable es poder tener control sobre los afectos en nuestra realidad más íntima.

“Quien decide amar tiene que estar preparado para sufrir”. Tal debiese ser la consigna diaria para quienes hemos amado, perdido y sufrido. Asimismo, aquello que transforma nuestro dolor en un hecho compartido es la esperanza. “La esperanza y la paciencia son dos infalibles remedios, los más seguros y suaves para descansar mientras dura la adversidad” (Durton). La esperanza es el sentimiento que ilumina el estado sombrío del duelo. Ella nos invita a aceptar la vida con sus altos y bajos.

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