lunes, noviembre 01, 2010

Capítulo 1.1 - La prisión del sufrimiento

Del libro: Dolor y sufrimiento


Sufrimiento y resiliencia

El sufrimiento muchas veces tiene su origen en el reconcomio, es decir, en la mortificación y en la amargura, la tristeza del espíritu, que se acompaña de desesperanza.

El dolor es una realidad que todo ser humano conoce. Es el acompañante jamás buscado, el pretendiente que todos expulsaríamos de nuestro lado. La vida nos pone en contacto con él y no hay vacuna contra el dolor.

Sin embargo, el sufrimiento es muchas veces innecesario. Llamo aquí sufrimiento a un enquistamiento del dolor que se produce cuando el ser humano no sabe o no quiere extraer las lecciones que todo dolor esconde. El ser humano se instala entonces en el sufrimiento y éste llega a ser su segunda piel.

El sufrimiento tiene su origen en la reacción individual ante determinados hechos o circunstancias, condicionada por la personalidad, el medio social o la realidad en la que se desenvuelve el sujeto que lo experimenta.

Hay circunstancias externas que pueden causar aflicción, aumentar o disminuir la tendencia a sufrir, pero ese sufrimiento es personal y propio, depende de uno mismo. Esto último, en cierto modo, constituye una buena noticia: si uno es dueño de su propio sufrimiento, entonces es tarea particular despojarse de él, cuestión que no es posible hacer con el dolor.
Si nos remitimos a la etimología de la palabra dolor, vemos que proviene del latín oris, que designa tanto al dolor corporal, sensación molesta en alguna parte del cuerpo, como al dolor psíquico, pena, tristeza. Para San Agustín el dolor era “un sentimiento que resiste la división”, mientras que el sufrimiento destruye y rompe la unidad de la persona y surge de la interpretación que uno hace del dolor.

Esto nos lleva a pensar que la forma de no entrar o no poder salir de la prisión del sufrimiento y de fortalecerse en y con el dolor, es siendo resiliente; en otras palabras, teniendo la capacidad para recuperarse pese a la adversidad en que se vive.

La resiliencia humana se hace presente ante las pérdidas significativas, las pérdidas cotidianas, las catástrofes naturales como los maremotos y terremotos, el divorcio, etc. De ahí que deberíamos ser educados para aceptar el dolor como elemento propio y constitutivo de la vida. La experiencia nos muestra que la resiliencia es un producto de la interacción con figuras significativas y se ha ampliado hacia el apoyo o interacción comunitaria. La resiliencia describe la capacidad de los pueblos, de los países para superar crisis y catástrofes naturales.
Entre los pilares de la resiliencia se mencionan:
  • La autoestima colectiva
  • La identidad cultural
  • La honestidad
  • La solidaridad
  • El liderazgo comunitario

Cirulnik, el pionero de la resiliencia plantea dos conceptos importantes para ella: colchón emocional de afectos y dar un significado positivo a la experiencia dolorosa.
En el caso de un duelo muy intenso como podría ser la muerte de uno o más hijos se produce pérdida de neuronas, lo que hace necesario la recuperación de ellas mediante un proceso llamado resiliencia neuronal. Hay medicamentos que ayudan a este fortalecimiento así como también lo hace la presencia de redes de apoyo, la compañía y el necesario reposo. Aquellos que estén en lugares más apartados y/o estén solos, estarán psíquicamente más traumatizados por sentirse abandonados.

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