sábado, noviembre 13, 2010

Capítulo 13 - La recuperación


Del Libro: Dolor y sufrimiento / Clemencia Sarquis



Lo importante no es lo que la vida nos hace sino lo que hacemos con lo que la vida nos hace.
Edgar Jachson

La recuperación es un proceso diferente y personal. Algunos caen en shock y pierden el deseo de hablar y comunicarse hasta llegar al mutismo. En cambio los hay quienes caen en el polo opuesto: euforia y movimiento continuo, negando de este modo el hecho del duelo y alejándose del dolor y el sufrimiento.

Cuando Julia escuchó que Roberto había muerto, enmudeció y un pensamiento persistente resonaba así en su mente: “Cómo puede pasarme esto a mí, no puedo creerlo, debe ser una pesadilla”. Ella no recordaba nada más que su aturdimiento, que era como una especie de cortina que le impedía hacerse cargo del dolor. Solo pensaba en los años transcurridos juntos planificando sus vidas, sus hijos y el tiempo de la jubilación.

En el estado de desesperación se hace necesario saber que va a haber un momento en que comience la recuperación, en que el que uno finalmente se sobrepondrá a los efectos emocionales y físicos que pudo experimentar después del shock, tales como: sentirse débil, sin energías, con dificultades para enfrentar las rutinas diarias, pérdida del apetito, alteración del sueño, boca seca, dolores varios, dificultad para concentrarse, fantasías y sueños acerca de la persona que nos ha causado el dolor.
No es fácil sentir y decir: se me murió el marido o me he divorciado. Esto duele y hiere, pero no va a doler para siempre. El dolor afectivo es un paso hacia la recuperación, si se sale de la parálisis y el estancamiento.

Como el dolor es algo tan contundente e ineludible, lo he mirado, observado, confrontado e intentado aprender de él. He llegado a concluir que el dolor es un gran maestro. Cuando el dolor llega, los más firmes y racionales argumentos que hemos sostenido durante años, las más inflexibles posturas, se someten a gran prueba. Es así que llegado el dolor, solo lo verdadero permanece, y lo demás cae o se debilita grandemente. Las prioridades cambian, se transforman, obligándonos a mirar la vida con otros ojos. Parece que a la vez que se nos cierran puertas, se nos abren otras. Como imaginarán o habrán experimentado, hay diferentes formas de atravesarlas: con fe, discernimiento, valentía, voluntad, esperanza, aceptación, y con lo opuesto: descreimiento, ignorancia, cobardía, desgano, desesperación o negación, o con la combinación de varias de estas formas. Lo indiscutible es que estas puertas deberán ser atravesadas, no una vez, sino muchas. Tomando pues al dolor como maestro, debemos ver qué podemos aprender de él y descubrir qué enseñanza tiene para brindarnos. Si no aceptamos su enseñanza, vendrá la reclusión llamada sufrimiento.


Que tus futuras alegrías no maten mi recuerdo, pero que mi recuerdo no mate tus futuras alegrías. Esto fue especulado por un marido que acababa de enterrar a su mujer y que pensó que eso era lo que ella le diría. Y el mismo sigue diciendo. En medio de este atolladero de angustia encontré la fuerza para luchar y salir adelante. Me di cuenta que mi esposa no me hubiera querido así, algo me hizo arrancar y aferrarme al amor.

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