Del Libro: Dolor y Sufrimiento
“El que muere no puede llevarse nada de lo que consiguió, pero se lleva con seguridad todo lo que dio” (Menapace).
Los procesos de duelo tienen una serie de factores comunes independientes de la edad, de ahí que no se debe ignorar el duelo de una persona anciana ni menos disminuirle su importancia por su cercanía natural a la muerte.
En el caso de personas de edad avanzada que han perdido a su pareja, probablemente lleven una serie de duelos ya vividos que les faciliten entender cómo enfrentar el proceso de vivir sin la pareja. Seguramente, pueden percibir un mayor sentimiento de soledad debido a la pérdida paulatina de familiares y/o amistades, y a las alteraciones en las relaciones sociales producidas por el tiempo dedicado a la persona enferma o por las limitaciones físicas propias de la vejez. Debemos recordar que el hacerlos sentirse acompañados favorecerá en buena medida su proceso de recuperación.
Aspectos a tener en cuenta y sugerencias respecto al duelo en personas con problemas mentales.
Existe otro grupo de personas vulnerables a las que generalmente no se tiene en consideración y a menudo se infravalora su capacidad para implicarse en el proceso. Es el caso de las personas con problemas mentales.
Las personas con trastorno mental generalmente suelen tener un papel secundario en el proceso del duelo, ya que generalmente se acostumbra a apartarlas de los cuidados de la persona enferma; incluso se suele tener la impresión de que no son conscientes de la realidad. Nada más erróneo, pues estas personas disponen de mucho tiempo para observar el comportamiento de los demás y hacerse una idea de lo que está ocurriendo. Aunque parezca que están ausentes o aunque tengan poco protagonismo, también sufren y necesitan de quienes les rodean.
Tanto es así, y dada su particular sensibilidad, que estas personas a veces pueden sentirse responsables de algunas crisis familiares. Por esta razón, podría darse en ellas el sentimiento de que son culpables de la enfermedad y consecuentemente del fallecimiento de su familiar.
Al igual que con los niños es conveniente mantener con ellas diálogos informales, haciendo comentarios indirectos que sean esclarecedores, como por ejemplo, hablar de la enfermedad y las causas que la provocan, comunicar los propios sentimientos, favorecer su participación en los rituales y recordar todos aquellos vínculos o momentos positivos vividos entre ellas y la persona fallecida.
En situaciones de un elevado trastorno o modificación severa de los hábitos es conveniente consultar con un especialista.
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