sábado, agosto 28, 2010

Palabras Ejemplares

Juan perdió a su mujer cuando ésta tenía 60 años. Ella había combatido durante tres años un cáncer maligno metastático a la mama.
Habían estado casados durante cuarenta años más cinco de pololeo. Tenían hijos de 38, 37 y 34 años, una mujer y dos hombres. De estos hijos habían tenido siete nietos cuyas edades fluctuaban entre 6 meses y 7 años.
Un día, mientras Juan revisaba fotografías tomadas en sus vacaciones con su mujer en Naples, decidió volver a esos lugares y permanecer una semana en ellos.
Ésta pasó a ser una experiencia sanadora, agridulce, pero muy importante. Fue a todos los lugares que visitó junto a su señora y se dejó guiar por sus sentimientos toda la semana, fue una extensa y satisfactoria experiencia.
La lectura de un libro de Tom Attig “El Corazón del Dolor” le enseñó que al dejar de lado la dolorosa sensación de ausencia y conectarse con los maravillosos recuerdos de vacaciones junto a su esposa, él experimentó una gratificación y liviandad espiritual. Esto le proporcionó una agradable sensación que le mostró que estar triste o adolorido no es dejar ir, se puede seguir sintiendo y expresando el amor estando separados, es decir, el amor en ausencia.
Él se dio cuenta que la estadía le permitió sentir vivo su amor por Margarita, si bien de otra manera.
Él se concentró en el legado de Margarita y aquello que ella le había dejado como herencia para que él lo integrara a su vida.
Estando en el aeropuerto, esperando el avión que lo traería de regreso, se decide a escribirle una carta a su esposa en la que él expone aquello que consideraba su legado para todos ellos.

    Querida Margarita,
    “En pocos días más se cumplirán los cinco meses desde tu muerte y el próximo martes habrías cumplido 61 años y quisiera que supieras acerca de todos los maravillosos legados de cualidades que nos dejaste, para sacar lecciones de ellos e integrarlos en nuestras vidas. Lo más importante es que tú supiste mostrarnos, hasta el último momento tu fortaleza. Lo bien que pudiste manejar los últimos tres años de vida. Descubrí en ti una tremenda fuerza, coraje y voluntad de vivir en esos días tan difíciles. Nos mostraste como vivir en el momento presente y no focalizados en aquellos planes futuros que no pudiste hacer. Llegaste a un nivel tal de aceptación y paz mental, desarrollando una habilidad para encontrar alegría en las pequeñas cosas, las que siempre fueron una inspiración para todos nosotros. Volviendo a los recuerdos de tiempos idos, de los cambios que tuvimos que tener en nuestras vidas en los años 90, tú tan fácilmente aceptaste y te adaptaste a ellos sin culparme en ningún momento. Cogiste lo mejor que te podía ofrecer la vida, por ejemplo la gran alegría y humor que viviste y vivimos en nuestros paseos en bicicleta por las vías de Toronto y Barrel, eran tan satisfactorias y a tan bajo costo.
    Tú fuiste un modelo de amor incondicional en la forma en que me apoyaste a mí a enfrentar mis negocios en el año 79, sabiendo que la seguridad y la estabilidad se estaban diluyendo. Y el apoyo que me diste para que fuera a Nigeria por cinco meses y medio fue sorprendente. Siempre estabas detrás de todos nosotros y apoyando el desarrollo personal y profesional pudiendo asistir con tranquilidad a los trabajos y presentaciones a través de los años. Otro ejemplo de incondicionalidad en el amor es el que mostraste siempre en relación a las necesidades de los niños y más claramente aún en la devoción que has tenido por cada uno de nuestros nietos.
    Tú has tenido una ilimitada cantidad de energía para jugar con ellos todo el día. Este es un legado y yo voy a tratar de seguir desempeñándome en esa forma movilizando todas mis habilidades.
    Tú sabías lo que era bueno para ti y tú seguías desde el fondo de tu ser con un muy buen instinto la manera de cómo vestirte y como decorar nuestro hogar.
    También supiste cuando fue el momento apropiado de dejar el corretaje de propiedades y focalizarte en ser una de las mejores abuelas del mundo.
    Tú estabas tan contenta y satisfecha con tu vida y mirabas hacia el futuro con una alegría total, disfrutando de nuestras maravillosas vacaciones de invierno.
    Como dije en tu funeral, yo estoy tan feliz de no haber esperado hasta los sesenta años para tomar esas vacaciones.
    Durante todos eso azarosos años de 1980 y los primeros años de los 90 siempre esperaste con alegría poder salir a comer juntos una vez a la semana, circunstancias en las cuales compartíamos a un nivel más profundo.
    Tú eras tan aceptadora y no enjuiciadora de la gente y me recordabas cada vez que yo me ponía enjuiciador.
    Siempre mostraste un nivel de preocupación por la limpieza y la belleza de nuestro hogar lo que me contagiaste en gran medida. Nunca pasó un día en que no me dijeras que me querías y que me hicieras cariño, eso hacía la diferencia.
    Eras siempre tan real, práctica y apegada a la tierra y al mismo tiempo tan sensible en no herir a los demás en sus sentimientos.
    Yo estoy tan contento que me hayas alentado para ser una persona independiente y de haber sido tú también una mujer autosuficiente. Nosotros compartimos tanto y éramos dependiente el uno del otro, pero en forma sana, había un gran equilibrio.
    Tú desarrollaste una gran fe y confianza en ti misma y en el Creador para permitir que la vida se desenvolviera como era y aceptarla.
    Querida Margarita estos son algunos de los recuerdos y legados que yo llevo en mí y que vivirán ahí durante los años que seguirán.

    Con todo mi cariño
    Juan

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